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Cómo mantener la salud durante las fiestas

Hay una teoría que dice que debemos comer bien el 90% del tiempo y el 10% podemos comer mal si queremos mantenernos saludables. En diciembre cumplir con esos porcentajes es una odisea. Hay cenas de amigos, almuerzos de oficina, festejos navideños y eventos sociales donde la comida y la bebida son la principal razón para reunirse. Conseguir comer bien el 90% del tiempo, significa que podemos comer mal en dos comidas de toda la semana; un número poco real para las semanas más ajetreadas de la época de navidad.



Para mantener la vida social y no llegar a enero desesperadas por hacer una dieta, se pueden hacer algunas cosas que van a lograr equilibrar nuestro cuerpo y permitirnos comer todos los días fuera sin acabar enfermas. La clave está en no exceder el trabajo del hígado. Cuando ingerimos un alimento, el aparato digestivo lo transforma en energía para vivir. Los vellos del intestino captan los nutrientes gracias a la bilis que es producida en el hígado. Cuando comemos en exceso, el hígado se congestiona, la bilis se hace más densa y por lo tanto no pasa con facilidad hacia el ducto intestinal. Resultado: los alimentos no se digieren correctamente y el hígado, que no sabe qué hacer con este exceso de alimentos, los envía de regreso al sistema linfático (la sangre), que los guarda en forma de grasa o toxinas.


No solo engordamos, sino que perdemos energía y sentimos pesadez constante. En una semana llena de eventos, lo más importante es darle un respiro al hígado para que no se sature.

A continuación, recomendamos cinco acciones para cuidar este importante órgano:


1.      Tomar agua antes de la comida: el agua ayuda a controlar los antojos. A veces comemos en exceso no por hambre, sino por deshidratación. Debajo del estómago existe una barrera conocida como la mucosa gástrica que está compuesta en 80% por agua. Esta barrera regula el ácido que pasa del estómago y que ayuda a digerir los alimentos. Tomar agua quince o veinte minutos antes de comer hidrata esta barrera y hace que se produzca más ácido que estimula la digestión, para que no esté lenta o pesada por tanta comida. Además, al tomar agua, se reduce un poco el apetito, porque el estómago se llena.


2.      Tomar un jugo verde en ayunas: los jugos verdes, especialmente de alimentos amargos como los rábanos, la kale, los pepinos y la rúcula estimulan el hígado y la producción de bilis. Esto hace que el organismo tenga más capacidad de digerir otros alimentos. Si en la mañana, antes de consumir nada, tomamos un jugo de frutas, estamos creando un pico alto de azúcar por procesar. En cambio, si tomamos un jugo amargo, ayudamos al hígado a prepararse para todos los alimentos que deberá procesar durante el día. Lo estimulamos.




3.      Limitar el consumo de azúcar: el azúcar está compuesto por fructosa y glucosa. Mientras la glucosa se metaboliza en el sistema digestivo para transformarse en energía, la fructosa lo hace en el hígado y no se convierte en nada. Por eso no nos sacia. La fructosa, además, apaga la función de la hormona leptina, que es la que regula el apetito. Por eso, cuando comemos un postre, tendemos a comer no solo más azúcar, sino más comida en general, que finalmente se convierte en grasa. Pero el azúcar no está presente solo en los postres, también en el alcohol, las papás, las frutas secas o los lácteos, por lo que es importante tratar de controlar el consumo de estos alimentos. Lo ideal es, aún en una cena, elegir la proteína y la ensalada. No tomar postre y no excederse en el alcohol.


4.      Dormir bien y ejercitarse: dormir bien y ejercitarse son dos actividades que están relacionadas de manera totalmente circular con los antojos de la comida. Cuando hacemos ejercicio, liberamos endorfinas: las hormonas que liberan estrés nos ayudan a relajar y nos hacen sentir felicidad. Un efecto de las endorfinas es conciliar un buen sueño. Cuando dormimos bien (al menos 7 horas), el cuerpo tiene energía, por lo que no nos provocan comidas azucaradas o grasosas. Más bien tendemos a buscar comida saludable. Es un círculo vicioso donde ejercitarse permite dormir bien y dormir bien provoca comer saludable. Así que, al menos en días de trabajo, debemos tratar de dormir 7 u 8 horas.


5.      No estresarse: las mujeres tendemos a ponernos mucha presión sobre el peso, en vez de concentrarnos en la salud. A veces pensamos que, si ya comimos mal en un almuerzo, debemos echar todo a la basura y comer pésimo durante el resto del día. En realidad, es todo lo contrario: debemos crear espacios para escuchar lo que el cuerpo necesita, y dejarle descansar. Pero no estresarnos si no lo conseguimos. Cada organismo es diferente y reacciona de manera diferente. Por eso, más que nada, debemos disfrutar de una época en la que compartimos momentos con personas que queremos, sin tanto estrés por engordar.  


Sobre la Autora



Julia Escudero


Periodista, video-reportera y Health Coach. Interesada en sanar la relación con el cuerpo a través de la alimentación y un estilo de vida saludable.


Instagram: @sunlight.food

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