Ahora más que nunca y durante esta pandemia, aquellos que vivimos en la ciudad hemos sentido la necesidad de estar al aire libre y de disfrutar de un espacio verde. Estudios demuestran que después de estar 20 minutos en el parque se reducen los niveles de ansiedad, estrés e incluso los índices de crimen. En una ciudad en la que el concreto ha reemplazado a la naturaleza, como signo de desarrollo, es hora de replantearnos las prioridades y comenzar a integrar lo natural de vuelta al espacio urbano.
Quito se ha desarrollado de una manera que ha invisibilizado los espacios verdes. Las quebradas son rellenadas, humedales han sido drenados, bosques han sido destruidos, y árboles han sido removidos del espacio público. Datos de la municipalidad indican que las áreas verdes de Quito son hasta de 48 m2 per cápita, cuando lo óptimo en estándares internacionales se reporta ser de 50 m2 per cápita. En términos de espacios verdes, Quito tiene más que otros países del sur, con 14 parques metropolitanos y más de 128 parques alrededor de la ciudad. Es decir, en papeles estamos perfectos; sin embargo, como ciudadana no puedo evitar preguntarme: ¿dónde están todas estas áreas? No las he visto. ¡Quiero ir!
En este contexto, contaré mi caso, el de una ciudadana que siempre está en la búsqueda de parques en mis alrededores. Viví casi toda mi vida en el centro-norte de Quito, con la suerte de tener el Parque La Carolina y Parque Metropolitano relativamente cercanos. Sin embargo, los parques más pequeños, los ‘barriales’ se encontraban cerrados por urbanizaciones informales apropiadas del espacio público, o por mallas para evitar el acceso al público general. La regla general era que la vegetación estaba mal mantenida cuando la había y las canchas de cemento predominaban en estos lugares. Mi segundo hogar fue un departamento en Tumbaco. Al cambiarme hice la respectiva búsqueda. Solo encontré uno que, cuando fui a visitar, tenía el césped muy crecido, basura en el piso, unos pocos juegos infantiles ya dañados y que daba un sentido de inseguridad. Nunca más me atreví a visitarlo. En mi gran necesidad busqué una urbanización privada que ofrezca el ‘lujo’ de tener un buen parque privado. Así que aumenté mi presupuesto de renta, y me moví a una que ofrecía lo que buscaba. Y ahora me pregunto: ¿el acceso a buenas áreas verdes debe estar destinado solo para ciertos grupos?
Como ciudadanos debemos defender la democratización del espacio público. Estamos en nuestro derecho de tener acceso a áreas verdes y en buen estado. Los espacios públicos –calles, parques y plazas– juegan un rol enorme en la democracia, según ‘The Guardian’. Son lugares donde todos, sin importar sus ingresos o posición, pueden reunirse a discutir, demostrar o publicitar su causa. Además, ahora sabemos que es esencial para nuestro bienestar mental y para nuestra salud. Como ciudad, debemos dejar de pensar en los indicadores que se registran ‘en papel’, y comenzar a pensar en las maneras de convertir nuestra ciudad en una verdaderamente sustentable y saludable, de manera que beneficie a los ciudadanos.
Es hora de pensar en los parques como espacios que fortalezcan nuestra identidad como quiteños, que sirvan como símbolo de regeneración en la ciudad, de salud, de economía en nuestra comunidad. Sitios en los que todos nos sintamos incluidos y empoderados. Necesitamos parques democráticos que promuevan la apropiación de comunidades en el espacio público. De esta manera, garantizamos la generación de una sociedad incluyente y un buen mantenimiento de los espacios. Necesitamos pensar en la salud de nuestra ciudad y qué mejor empezar por estos íconos de la ciudad.
Sobre la Autora
Ruth Salvador
Fundadora de “Renaturalizar”. Arquitecta del Paisaje e Ingeniera Ambiental que trabaja en proyectos de sostenibilidad ambiental. Su trabajo se enfoca en promover una relación de respeto entre la gente con el medio ambiente, construyendo a una ciudad y espacios más sostenibles.
Instagram: @Renaturalizar www.renaturalizar.com