La pérdida y desperdicio de alimentos se ha convertido en uno de los mayores problemas de la sociedad moderna. El uso y abuso de nuestros recursos se evidencia en la gran cantidad de desecho de comida que nos damos el lujo de producir; a pesar de los altos índices de desnutrición que enfrentamos a nivel mundial: 1 de cada 6 personas lo padecen. Solo en América Latina y el Caribe, 47 millones de habitantes (de un total de 629 millones) vive con hambre. La disponibilidad de recursos esenciales como el agua dulce disminuirá para el 2030, amenazando gravemente la sostenibilidad de los sistemas alimentarios. Se prevé que regiones como el Medio Oriente y África del Norte, estarán obligados a utilizar casi un 60% de su agua dulce disponible, exclusivamente para la producción agrícola, poniendo en riesgo el agua requerida para el consumo humano e industrial.
La pérdida y desperdicio de alimentos varía dependiendo del contexto económico, social y tecnológico de cada país y se relaciona con la falta de sistemas tecnológicos necesarios para procesar alimentos en las fases de producción, post-cosecha, almacenamiento y transporte. Estas 2 últimas etapas son las que reflejan más pérdidas en países que disponen de un escaso sistema de refrigeración, como India o Bangladesh, mientras que el desperdicio de alimentos que se asocia con problemas de conducta humana, son los desechos generados en la etapa de consumo en los supermercados, restaurantes y hogares. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los alimentos se desperdician más en los países desarrollados que en los países en vías de desarrollo, y los consumidores de América del Norte y Europa son los que más desperdician alimentos per cápita.
Estas diferencias denotan el desbalance y contraste que enfrenta nuestra sociedad. Por un lado, enfrentamos el limitado acceso que tienen los países pobres a alimentos nutritivos y en suficientes cantidades. Mientras que por otro lado, tenemos el desperdicio masivo de comida que pueden permitirse lo países más ricos, en donde incluso sus niveles de obesidad van en aumento. Un estudio del Centro para Control de Enfermedades de Estados Unidos reveló que el 40% de sus habitantes son obesos y en 10 años este porcentaje aumentará hasta el 50% de su población total. Esto, sumado al desafío que representa alimentar a una población mundial de 7,7 billones de personas, evidencia que nuestra seguridad alimentaria se encuentra actualmente en riesgo. Para el 2050 la población mundial aumentará a 9 billones de personas. Por ende, la producción agrícola deberá crecer en un 70%, si consideramos que un tercio (1300 millones de toneladas) de los alimentos mundialmente producidos anualmente se pierden. Con esa cantidad se podría alimentar a 2 billones de personas, es decir a toda la población de China y La Unión Europea.
Hoy también estamos conscientes de que los daños al medio ambiente son muy graves por la cantidad de recursos que se utilizan / desaprovechan en la producción de alimentos: energía, tierra, agua y bosques. Recursos que se desperdician cuando se pierden alimentos. La producción de alimentos utiliza el 70% del agua dulce global, para sembríos, ganado, procesos industriales y transporte de alimentos. Por ejemplo, una hamburguesa de 150 gramos de carne requiere 2.400 litros de agua para su producción. La mayor parte del consumo de agua se va directamente a la manutención anual del animal: su bebida y alimentación (cereales y pasto). Cualquier alimento que proviene de un animal (por ejemplo, carne, leche y queso) requiere mayor uso de agua. Producir un kg de carne requiere 5 a 20 veces más agua que la que se necesita para producir cereales. Es decir, en el momento que permitimos que la carne o leche se pierdan o desperdicien, indirectamente contribuimos a la disminución de recursos elementales como el agua.
La producción y el desperdicio de alimentos genera energía que no se consume eficientemente. Además, produce gases de efecto invernadero que causan graves perjuicios a la atmósfera y eleva nuestra huella de carbono. Muchos desechos acaban en rellenos sanitarios que generan cantidades de Metano/ CH4, uno de los gases de Efecto Invernadero, que es 23 veces más dañino para la atmósfera que el propio CO2. La producción agrícola, además, se ve afectada por el cambio en los patrones climáticos (aumento o disminución de lluvia) y la aparición cada vez más frecuente de fenómenos naturales extremos como huracanes, sequías, nevadas y olas de calor. El desperdicio de comida y su correlación con el cambio climático es un circulo vicioso sin fin.
Estos factores nos hacen pensar sobre el futuro incierto de la comida: cada vez tenemos menos agua y más estrés climático. Es necesario cambiar nuestra conducta frente al desperdicio de alimentos; ser ciudadanos responsables y así evitar repetir los patrones de comportamiento de los países desarrollados. Latinoamérica está en vías de desarrollo; sin embargo, nuestros patrones de consumo van en aumento y con esto la cercanía a patrones de desperdicio de comida propio de los países ricos. Por ende, debemos hacer consciencia del problema mundial para evitar repetir los mismos errores, pues la sostenibilidad va de la mano con la seguridad alimentaria.
Es importante comenzar a trabajar en pequeñas acciones; el ejemplo puede empujar a los líderes de opinión a tomar a acciones que impacten positivamente sobre la cantidad y calidad de alimentos disponibles en nuestro país y región, sobretodo en los sectores más vulnerables.
¿Qué acciones puedes hacer para generar un cambio?
Evita el desperdicio de comida en casa, aprende a utilizar lo que está disponible y por vencerse. En restaurantes, si sobra comida, pide para llevar y así evitas desperdiciar.
Familiarízate con recetas variadas para usar todos los alimentos (especialmente frutas y vegetales) que tienes en tu cocina.
Promueve la creación de huertos caseros y/o compra vegetales locales y frutas orgánicas para apoyar a los negocios que evitan los fertilizantes masivos (que dañan el suelo).
Composta. Hacerte cargo de tus desechos orgánicos y evitar que acaben en los botaderos municipales disminuye la cantidad de metano emitido a la atmósfera.
Edúcate y educa sobre este problema: enseña a los niños la importancia de crear compostaje y huertos en el hogar y la de alimentarse con frutas y vegetales orgánicos.
Disminuye el consumo de carnes rojas (a 2 o 3 veces por semana), porque el ganado vacuno es la primera causa de deforestación en el mundo.
Aprende sobre formas alternas y sostenibles de obtención de proteína. Ejemplo: proteína vegetal y de insectos.
Si quieres conocer otras acciones, puedes revisar este Ted Talk: What can we do to reduce food waste?
Desde la década de los 70, la FAO se propuso reducir el desperdicio y pérdida de alimentos para enfrentar el hambre en el mundo, a través de programas como SAVE FOOD. Cincuenta años más tarde, esta meta sigue pendiente. Por ende, tomar conciencia sobre la cantidad de recursos que se consumen a través de la producción de alimentos y evitar el desperdicio de comida es clave para alcanzar una sociedad alimentariamente más justa.
Sobre la autora
Antonella Furlato
Abogada y Master en Ambiente, especialista en Cambio Climático. Ha trabajado como gestora de proyectos ambientales en temas de políticas de adaptación al cambio climático y gobernanza del agua en Latinoamérica. Actualmente trabaja en proyectos de seguridad alimentaria implementados en África Este.
Instagram: @afurlatocortez
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