Seguramente cuando piensas en liberarte del estrés del día a día lo haces pasando unos días en la naturaleza. También, cuando buscas desconectarte de la ciudad, del ruido y quieres cambiar de ambiente a un espacio más relajado. Generalmente, estos lugares de “escape” son en la naturaleza donde estás en contacto con las montañas o el mar, donde puedes realizar caminatas, picnics, admirar paisajes, tomar fotos, hacer un deporte de aventura o meditar y sentir paz. Pero, ¿sabías que muchas veces, estos lugares, son “áreas protegidas o conservadas”?
En lo personal, toda mi vida me he sentido conectada con la naturaleza. Me encanta admirar los paisajes, los atardeceres, amaneceres, las noches estrelladas, las olas del mar y la grandeza de las montañas. Encuentro magia en dónde hay vida, así como en los deportes de aventura como escalar montañas o practicar trail running. Cada vez que llego a una cima, y en el camino a ella, solo pienso en el momento, en el presente. Aprendo en cada paso, agradezco y siento la grandeza del universo.
En nuestro país existen 60 áreas protegidas, entre éstas las más conocidas son el Parque Nacional Cotopaxi, el Parque Nacional Yasuní y el Parque Nacional Galápagos. Las áreas protegidas, son espacios reconocidos y gestionados, a través de diferentes mecanismos y acciones, que aseguran la conservación de la biodiversidad a largo plazo. Esto hace referencia no solo a la protección de ecosistemas, sino también al mantenimiento efectivo de sus dinámicas que garantizan a su vez, la vida de diferentes especies de flora y fauna y la provisión de servicios ecosistémicos, que son beneficios que ofrecen los ecosistemas a la sociedad en general.
Aunque no siempre es fácil encontrar el fuerte vínculo que existe entre la conservación de la naturaleza y el bienestar de las personas, es claro que los seres humanos dependemos de la naturaleza para vivir. Muchas veces parecen dos mundos desconectados, y la realidad es justamente lo contrario. Además de ser espacios de dispersión, son áreas que generan bienes y servicios de los que todos nos beneficiamos.
La naturaleza nos provee de bienes tangibles como la madera, frutos, semillas, entre otros, y de diferentes servicios como la regulación del clima, el control de inundaciones, la polinización de cultivos, control de la erosión y también, de beneficios intangibles como el bienestar espiritual y la identidad cultural
Paradójicamente, y a pesar de que dependemos de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos, estos beneficios son muy poco valorados y visibilizados. Se dice que, “valoramos aquello que conocemos y protegemos aquello que valoramos”. Por esto, en un país megadiverso como el Ecuador, darse tiempo de explorar las áreas protegidas de nuestro país es una manera de conocer y valorar la naturaleza. Solo al conectar con estos lugares es que podemos valorarlos, siendo conscientes de los beneficios que nos traen cada día.
Tomar consciencia de la importancia de estos espacios y todo lo que nos ofrecen, no solo asegura nuestra calidad de vida, sino también nos vuelve más empáticos con el entorno, así como corresponsables. Si la naturaleza está sana, todos también estaremos sanos.
Tenemos el desafío de aportar en esta importante tarea, para nosotros y las generaciones venideras. Para esto, aquí te recomiendo algunas de las áreas protegidas de nuestro país que puedes explorar:
Si estás en la Sierra de Ecuador, una opción podría ser el Parque Nacional Cayambe Coca o la Reserva Ecológica Antisana. En estas dos áreas protegidas que están muy cerca a Quito puedes disfrutar del ecosistema del páramo que contribuye a la regulación hídrica, ya que muchas de las especies que ahí habitan funcionan como esponjas que acumulan el agua. Zonas rurales, centros urbanos y grandes ciudades (y sus poblaciones) se benefician de estas áreas protegidas circundantes. De hecho, el agua que usamos en Quito viene de estos espacios.
Si estás en la Costa puedes visitar la Reserva Ecológica Manglares Churute, en dónde en determinadas épocas del año se pueden ver delfines, así como la interesante relación que tienen las poblaciones locales con los manglares, y las conchas y cangrejos que ahí viven. Otra opción podría ser el Parque Nacional Machalilla en dónde de junio a septiembre se puede avistar ballenas jorobadas y escucharlas si hacemos snorkeling cerca de la Isla de la Plata, donde también habitan piqueros de patas azules, además de Galápagos.
En la Amazonía las opciones también son diversas, si quieres conocer el bosque húmedo tropical te recomiendo la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno, que se destaca por sus increíbles atardeceres, los delfines rosados de río, sus lagunas inundadas, y un bosque inolvidable.
Somos parte de la naturaleza y la conexión con ella nos puede traer un enorme bienestar. Disfrutar tiempo al aire libre sintiendo el sol, la lluvia, la brisa, la tierra mojada, sin duda despierta nuestros sentidos y nos hace sentir vivos.
¿Te ánimas a explorar más lugares para reconectar con la naturaleza y cuidarla?
Sobre la autora
Stephanie Arellano
Bióloga con Maestrías en Sostenibilidad Socio Ecológica y Sostenibilidad Ambiental, Económica y Social con especialización en Economía Ecológica. Con estudios complementarios en Gobernanza del Paisaje, Herramientas Económicas para la Conservación y Gestión de Proyectos Ambientales. Trabaja para América del Sur con varios proyectos y herramientas vinculados a la gestión de la biodiversidad, incluido el tema de áreas protegidas y conservadas.
Apasionada por las actividades de aventura al aire libre. Uno de sus propósitos es visibilizar la importancia de la naturaleza en el bienestar humano y como cada acción/inacción repercute en ella.
Instagram: @stephaniearellano_
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